DiRT 3: Análisis
Written By andrss on miércoles, 1 de junio de 2011 | 21:31
Espera, espera... ¿ese símbolo de carga es la trifuerza? Analogías aparte, parece que DiRT sigue buscando su diseño perfecto, tras cambiar una vez tras otra sus menús, intentando complacer a su gran público. Tras la búsqueda de la espectacularidad de DiRT 2, parece que su tercera entrega se ha centrado en un estilo más compacto que te lleve rápidamente a la carrera sin necesidad de darle más vueltas al asunto.
Es cierto. DiRT 3 es un juego directo, que funciona con una suavidad cristalina. Pocas opciones si no queremos complicarnos la existencia y saltar directamente a la pista. Pistas, por cierto, que sorprenden por una calidad que tampoco esperábamos. Sí, DiRT siempre ha aparentado tener un buen estilo gráfico, pero se escondía demasiado en filtros de suavidad y luminosidad que le daban un aspecto demasiado borroso. Tras recorrer los diversos parajes de DiRT 3, toda esa pomposidad llena de brillos por todas partes ha sido sustituida por unas texturas duras y de altísima resolución que crean un conjunto esplendoroso.
Por desgracia, la identidad de DiRT sigue estando en entredicho. Una franquicia que comenzó siendo de rally, que se distrajo con la suciedad de las carreras extremas y que intenta subir de nuevo al podio que antes ocupaba. Sin embargo, no ha querido perder todo lo que ha reunido por el camino, y a parte de las pruebas de etapa como dios manda, o los RallyCross que son bastante tolerables, DiRT 3 se sigue enredando con pruebas aburridascomo el Land Rush, más enfocadas en las carreras de grandes vehículos o boogies y dominadas por los saltos, y aportando otras como el Head 2 Head, que puede quedar muy espectacular a pie de espectador de pista, viendo a los dos coches cruzarse cada uno por su recorrido, pero que se traduce en una contrarreloj y una variante del RallyCross.
Más allá de sus modos, existe una concentración extrema en la llamada Gymkhana. Un evento muy propio de festivales de la conducción donde los pilotos ofrecen espectacularidad al gran público haciendo ochos, giros de 360º y derrapes extremos, quemando mucha rueda y soltando mucho humo. Y DiRT 3 borda cada etapa de tu carrera como piloto con estas pruebas que, lejos de la mera curiosidad, no representan el espíritu competitivo que debería mostrar el juego. Lo cierto es que ocurre exactamente lo mismo que con el pasado Shift 2 Unleashed, un gran juego de carreras, con un control perfecto, que tiene que aportar su punto macarra sacando pruebas similares a esta Gymkhana y que van en contra de toda su filosofía de conducción perfecta y realista.
Aun así, si eres lo suficientemente bueno, es posible saltarse estas pruebas consiguiendo la máxima experiencia en las pruebas que te gustan, y así desbloqueando futuros eventos, pero a la larga, una gran porción del mismo se concetra en ellas. Además, cuando creíamos que nos habíamos librado por fin del fastidioso Ken Block del segundo DiRT 2 y de toda su macarrería, llegamos a las Gymkhanas para tener que volver a escucharle, mientras otro contertulia nos recuerda lo "guay que es Ken". Todo el tiempo. De verdad.
Con respecto a DiRT 2, sólo hemos notado un descenso de calidad en el ámbito musical. No sólo porque la lista de canciones sea de menor calidad, que en general, sí lo es con excepciones honrosas como Everything Everything (parecen ser los únicos en haberse fijado en la calidad del grupo inglés), sino porque pierde todo su protagonismo al no poder activarse durante las carreras y, concentrarse, simplemente, en crear unos bucles de unos 20 segundos durante los menús, sin tan siquiera lanzarte el estribillo en el momento que pulsas Start, como hacía su anterior entrega.
El principal problema de DiRT 3 es que no parece estar concentrado en lo que sabe mejor y parece querer ser un parque de recreo donde un día nos divertimos con los toboganes y otro con los columpios. Porque las pruebas de rally son, si cabe, mejor aún que DiRT 2, nos hacen estar más pendientes aún, con esos surcos a lo largo del camino, con una jugabilidad más equilibrada, y con unos parajes de ensueño que, reiteramos, están detallados a la perfección con un motor gráfico que los chicos de Codemasters parecen haberse sacado de la chistera. Si nos concentramos en él como juego de Rally, no podríamos estar más satisfechos, ya que es bonito, desafiante y variado a más no poder. Ojalá todo el parque fuera igual.
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